martes, octubre 30, 2007

La Película



Camino, junto a mucha gente vestida con el mismo uniforme que yo, por una escalera exageradamente amplia y extensa, que nos lleva al primer piso de un gimnasio pintado por completo de negro, lleno de asientos en hilera –unos tres mil- que miran hacia una pared, la única que no tiene balcones en altura, y que en vez de eso tiene un majestuoso Telón de cine que cuelga plácidamente desde muy alto, como con personalidad propia.

Estoy sentado en medio de las mismas personas que hace un rato me acompañaban bajando la escalera, y todos miran El Telón, en el que se ve proyectada una película que no tiene ni motivo ni conflicto, absurda, por lo que decido mirar hacia atrás para ver si encuentro a alguien conocido. Mierda, no hay nadie. Me empiezo a sentir inseguro. Tengo frío en los pies. La proyección se corta, El Telón queda en negro y todo el gimnasio está en penumbras, a la merced de unas luces de emergencia que no sirven de nada. De repente, a mi derecha, en una de las terrazas, se prende una luz color verde en forma de barra que poco a poco se está consumiendo de izquierda a derecha. Cuando se consuma va a pasar algo, yo lo sé, y me estoy asustando, me siento solo. Nadie a mi alrededor se inmuta, y la luz está por consumirse. Qué hago, estoy en medio del teatro, es imposible que llegue al final de la hilera de asientos antes que la luz verde se apague. En eso se termina por consumir, y las luces de emergencia se apagan. El teatro queda en completa oscuridad.

Pienso, y me acuerdo de que en las llaves de mi auto, que siempre traigo conmigo, hay una linterna, que me puede ser útil. Decido buscarla en mi bolsillo, y en eso aparece una luz igual a la verde, pero roja, que empieza a consumirse en el momento que la miro, y encuentro mis llaves, con la linterna, y la prendo. Estoy aterrado. Miro en todas las direcciones posibles y veo a las mismas personas que estaban sentadas cerca de mí, que miran indiferentes a El Telón, como si nada hubiera sucedido. Entonces me desespero. Grito, pero nada consigo con ello. La luz roja se está consumiendo. Qué irá a suceder. No importa, ya estoy aquí, así que será mejor que me tranquilice. Oh no, la luz roja se consumió. Siento ruido de taladros. Miro hacia arriba y veo una broca muy larga, pero delgada, que desciende hacia mí, y hay miles de ellas, una para cada persona del teatro. Empiezo a luchar contra la broca para que no me perfore la cabeza, como las otras lo están haciendo con el resto de mis acompañantes. No pienso en nada más que en evadir a la broca, no hay tiempo ni espacio para ello. Tomo la broca con las manos, y empiezo a doblarla, y logro evitar que me haga daño. Las brocas están subiendo, después de haber perforado la cabeza de todos los presentes. Se enciende la luz y aparecen unos individuos por las escaleras. Observo a la gran masa de personas que yace a mi alrededor, y me doy cuenta de que todos conversan sobre tópicos que a mi me parecen triviales, y veo que obedecen con la mejor disposición existente las instrucciones de los individuos que están en las escaleras. Siento que no puedo manifestar mi pensar, porque si lo hago los individuos de las escaleras me harán daño, además de que nadie estaría de acuerdo con lo que diga o haga. Me siento ajeno al lugar, pero ya sin miedo, sino impotente, de no poder tomar el control de las cosas. Estoy agobiado, pero subo, al igual que el resto, por la escalera exageradamente amplia y extensa.

Javier, está listo el desayuno.